Vinos OFF The Record Madrid 2025: cinco tendencias que está marcando el vino independiente
OFF The Record Madrid 2025 demostró su poder de convocatoria entre las bodegas, profesionales y amantes del vino “indie” de la capital.
El pasado 10 de noviembre de 2025 se celebró una nueva edición en Madrid de Vinos OFF The Record, un certamen que con el tiempo y gracias al esfuerzo de sus promotores se ha consolidado dentro del calendario vinícola español como un punto de encuentro imprescindible. Alternativo, sí, aunque ya no marginal.
La jornada, que tuvo lugar en el espacio Jorge Juan de la capital, reunió a un centenar de bodegas y 700 visitantes profesionales, principalmente sumilleres, enólogos, distribuidores, importadores, vinotecas y aficionados al vino de larga trayectoria.
Estas cifras suponen un nuevo récord -nunca mejor dicho- para la iniciativa. Demuestran, en todo caso, que pese a todos los informes de consumo globales donde se habla de caídas y de desconexión con el mercado más joven, el vino sigue siendo un producto relevante y una referencia cultural y social de primer orden.
En este sentido, OFF The Record ha conseguido situarse en el espacio preferido de productores, distribuidores y particulares que buscan no tanto vender y probar vino, al uso de otras ferias profesionales, sino conversar, compartir y afianzar una manera de entender esta bebida diferente.
En concreto, el evento que lideran Ollivier Jacq y Fredi Torres se ha posicionado como el lugar idóneo para reivindicar la innovación enológica sin perder la conexión con la identidad y la tradición; el cuidado “minimalista” sin renunciar a la accesibilidad y a los bolsillos más modestos; el relato de autor y las narrativas compartidas de marca sin caer en el esnobismo.
Ollivier Jacq y Fredi Torres
Esta vocación, que es la de servir de foro y de laboratorio de ideas, se traduce en una selección muy exigente de bodegas. En ella lo que domina es la filosofía del proyecto, más que la tracción comercial.
De hecho, en esta duodécima edición de OFF The Record Madrid más de 200 iniciativas quedaron “fuera de cupo”, lo que habla mucho y bien tanto de la demanda del certamen como de su empeño en mantenerse fiel a unos números siempre reducidos, a una escala siempre manejable y cercana.
Las bodegas que sí estuvieron presentes comparten una serie de rasgos comunes que ayudan a entender hacia dónde avanza hoy el vino independiente en España y, por extensión, en buena parte del Viejo Mundo.
Se trata, en su mayoría, de proyectos de pequeño o mediano tamaño, a menudo liderados por sus propios viticultores y por una generación relativamente joven de elaboradores, con un vínculo muy estrecho con el territorio.
Predominan las bodegas que trabajan con viñedos propios o gestionados de forma cercana, con producciones limitadas y una clara distancia respecto de las lógicas industriales. En ellas, el objetivo no es tanto imponer un perfil como permitir que el terruño exprese todo su potencial, con mínimas intervenciones técnicas y un punto de “juego” o experimentación enológica.
En este contexto, las propuestas de este OFF The Record 2025 apuntan líneas de trabajo que serán tendencia en los próximos años e, incluso, un punto de referencia para las grandes propuestas comerciales que quieran conectar con los nuevos consumidores de vino:
- la centralidad del viticultor y del factor humano;
- la primacía del viñedo sobre la bodega;
- la adaptación práctica al cambio climático;
- la reivindicación de vinos más ligeros;
- y una relación cada vez más consciente con el mercado y con el relato.
Centralidad del viticultor y del factor humano
Una de las constantes más visibles es la reivindicación del vino de autor, entendida como la centralidad de la persona que hay detrás del proyecto. A veces, incluso, con más peso que el propio nombre de la bodega.
En OFF The Record encontramos figuras ya plenamente consolidadas dentro del panorama vinícola español como Pepe Mendoza o Agustí Torelló Roca, con proyectos de fuerte reconocimiento entre prescriptores. También, profesionales como Xabi Sanz (Viña Zorzal), Félix Crespo y Beatriz Herranz (Barco del Corneta) o Mario Rovira (Akilia Wines). Y propuestas más jóvenes o de perfil emergente, como Bárbara Requejo (Las Pedreras) o José Gil (Vignerons de la Sonsierra), que apuntan con claridad a una nueva generación de viñadores con discurso propio.
Cada iniciativa aparece, así, como una forma muy personal de entender el vino, como una filosofía que orienta las decisiones técnicas, como un ejercicio consciente y responsable basado más en pensar, interpretar y dar sentido a un viñedo concreto que en colocar botellas en el mercado.
Retomando una frase que escuché hace poco a una buena compañera, el “enólogo indie” ya no busca hacerse un hueco en el mercado, sino crear y desplegar todo un universo conceptual y narrativo dentro de ese pequeño hueco vitícola que ha elegido -o que le ha tocado-.
Primacía del viñedo sobre la bodega
Hay un reajuste de prioridades. El centro de gravedad vuelve a situarse en la uva, en la parcela, en el suelo, en la orientación y en el manejo de la planta, mientras que la bodega asume un papel más contenido, de acompañamiento y de lectura de lo que el campo propone cada año.
Este desplazamiento del foco implica una atención creciente a prácticas orientadas a preservar equilibrio y frescura: vendimias ajustadas, control del vigor, respeto por los ritmos naturales y una aceptación explícita de la variabilidad entre campañas. El viñedo no se fuerza para encajar en un perfil previamente definido; es el vino el que se adapta a lo que el viñedo ofrece en cada cosecha.
Detrás de este enfoque late una recuperación de la mirada agronómica, más cercana a la observación clásica del campo —a la manera de Columella— que a los paradigmas decimonónicos franceses centrados en la estandarización del resultado. Hay en ello una cierta reivindicación intelectual, sin duda, pero sobre todo una respuesta práctica a la necesidad de comprender mejor el viñedo en un contexto climático y productivo cada vez más complejo.
Por eso, se habla menos de zonas genéricas y más de parajes específicos, de viñas concretas con nombres y apellidos. Esta lectura más fina del origen introduce también una relación más flexible con las denominaciones de origen, entendidas como marco colectivo útil, aunque no siempre suficiente para explicar la singularidad de cada lugar.
El valor del vino se traslada así hacia el viñedo concreto y hacia el criterio de quien lo trabaja.
Esta primacía del viñedo se percibe con claridad en proyectos como Silice Viticultores, Sierra de Toloño, Dominio de Adrada o Vinos Valtuille.
Adaptación práctica al cambio climático
El cambio climático actúa como condición de partida para muchos de los proyectos presentes en OFF The Record. No tanto como discurso o dogma ideológico sino como un factor que obliga a replantearse los procesos de trabajo.
Las diferencias entre campañas dejan de entenderse como anomalías y se asumen como consecuencia lógica de un entorno cambiante. El papel del elaborador pasa por aceptarlas e interpretarlas con naturalidad, sin forzar resultados ni corregirlos a posteriori.
Esa adaptación se expresa en un manejo más preciso del suelo, de la cepa, de la altitud y de las fechas de vendimia, así como en la recuperación de variedades autóctonas, mejor adaptadas al calor y a la escasez de agua.
Se desplaza el foco desde las uvas francesas y centroeuropeas hacia las uvas históricas ibéricas. Aparecen aquí variedades del interior atlántico, como Bastardillo, Bruñal, Juan García, Puesta en Cruz o Rufete; uvas del Mediterráneo y del interior peninsular, como Giró, Moravia Agria o Trepadell; garnachas peluda o garnachas gris; y variedades del arco atlántico portugués, como Castelão o Trincadeira -aquí Raúl Moreno es todo un embajador-.
Reivindicación de vinos más ligeros
Esta demanda se traduce en perfiles de vino con alcoholes más moderados, mayor protagonismo de la acidez natural y una sensación de frescura que prima sobre la concentración o la potencia.
Son vinos pensados para beberse con facilidad, para acompañar la comida y para invitar a la repetición. De ahí que, por lo general, se eviten modelos marcados por extracciones largas, maduraciones extremas o crianzas prolongadas que tienden a imponer un perfil cerrado.
En muchos casos, esta ligereza conlleva una revisión crítica del uso de la barrica, que deja de funcionar como marcador automático de calidad para convertirse en una herramienta puntual, cuando resulta necesaria, y siempre subordinada a la expresión del vino. Se priorizan maderas usadas, fudres de gran formato, y recipientes neutros -hormigón, tinaja o ánfora- que acompañan sin condicionar.
Frente a vinos concebidos para el impacto inmediato o la acumulación, se imponen así propuestas que buscan equilibrio, continuidad y placer sostenido. Vinos que no aspiran a impresionar en el primer sorbo y que, en cambio, quieren acompañar, durar y dialogar con quien los bebe.
Esta búsqueda de ligereza y la “diversión” hedonista se percibe en vinos como los de Celler Colet, Gramona y Soalheiro.
Relación consciente con el mercado y con el relato
Todo lo anterior —el viñedo como punto de partida, la adaptación climática, la ligereza y la autoría— desemboca de forma natural en una relación distinta con el mercado.
En este marco, el relato adquiere un papel central, aunque no como ejercicio de ilusionismo marketiniano, sino como herramienta de contextualización. Contar el vino significa explicar el porqué de las decisiones, el origen de las uvas, las limitaciones del viñedo y las condiciones de cada añada.
La narrativa no sustituye al vino ni pretende edulcorarlo: lo sostiene, lo hace comprensible y lo abre a más públicos. Esta forma de comunicarse se apoya en el contacto directo y en la conversación pausada, tanto con profesionales como con aficionados informados.
OFF The Record funciona aquí más como una comunidad que como una feria al uso: un espacio donde se comparten inquietudes, se contrastan experiencias y se construyen relaciones a largo plazo. No hay catas técnicas al uso, ni premios, ni carreras por la prescripción rápida o la puntuación interesada.
Aparece también una mirada más consciente hacia el mercado doméstico, entendido como base cultural y económica de cada proyecto. Antes que crecer hacia fuera, muchos de estos productores optan por consolidar vínculos en su propio entorno, reforzar la relación con la restauración, las vinotecas y los prescriptores cercanos, y construir una demanda local sostenida en el tiempo.
Para ello, los viticultores “indie” apelan a narrativas identitarias compartidas, ligadas a un ecosistema social y territorial concreto, más que a relatos aislados de cada bodega. A esto se suman experiencias físicas y relacionales —enoturismo, tiendas de barrio, encuentros directos— y una voluntad explícita de reforzar la dimensión pedagógica y cultural del vino.
Esta relación consciente con el mercado se refleja en proyectos como Pandemonium, Lectores Vini -detrás del cual están los organizadores de OFF The Record, Quinta de Mil o Textura Wines.
Conclusión y retos: crecer en profundidad y coherencia del relato
En conjunto, OFF The Record Madrid confirmó que existe un modelo de vino alternativo al volumen, a la estandarización y a la lógica de la moda comercial, articulado en torno al viñedo, al criterio personal del elaborador y a un vínculo más estrecho con el consumidor.
Este modelo, que no es homogéneo ni pretende serlo, comparte una manera común de pensar el vino como herramienta cultural, como producto social y como proyecto a largo plazo. La coherencia del conjunto, más que la suma de nombres propios, es quizá uno de los principales aprendizajes que deja esta duodécima edición.
José Luis Rodríguez probando vinos junto a Arturo Hurtado, presidente de la Escuela Española de Cata
El encuentro invita, no obstante, a una lectura crítica. Resulta llamativa la nula presencia de bodegas de la propia Comunidad de Madrid, una ausencia que difícilmente puede atribuirse solo al criterio del certamen y que apunta más bien a una cuestión de proyección, posicionamiento y relato por parte de los propios productores de la región.
En un contexto en el que el vino se define cada vez más por su capacidad de explicarse y de generar comunidad, esa falta de visibilidad abre interrogantes que los productores, las organizaciones profesionales y las propias administraciones madrileñas deberían abordar de forma conjunta.
Los retos generales están, en cualquier caso, bien definidos: cómo seguir creciendo sin perder escala humana; cómo preservar la exigencia en la selección sin convertirla en barrera; cómo profundizar en la dimensión cultural y pedagógica del vino sin caer en discursos cerrados; y cómo reforzar el mercado doméstico en un contexto económico y social complejo.
OFF The Record ha demostrado que el camino pasa menos por imponer modelos que por crear espacios donde estos puedan contrastarse, discutirse y evolucionar, compartir buenas prácticas y construir narrativas compartidas.
Con esta edición madrileña se cierra una etapa pero no un ciclo. La próxima cita, OFF The Record Barcelona 2026, se perfila ya como un nuevo punto de encuentro para seguir tomando el pulso a un vino independiente —o quizá ya no tanto— español y europeo.
Las imágenes del artículo son cortesía de @abelvakdenebro | @vinosofftherecord y @iusuflow